Después de bordear el rio Gallego y comer en Murillo de Gallego llegamos a Riglos.
La visión de este conjunto de peñas con el pueblo en su ladera, es de lo más impresionante que puedas ver.
Ninguna foto hace justicia a la sensación de verlo allí mismo.
La belleza del paisaje es casi embriagadora.
Los buitres y otras aves de presa se pueden observar a cortísima distancia entre las peñas.
Un verdadero paraiso de los escladores.
Tamara aficionándose a la escalada.
Nos costó abandonar este bellísimo enclave y aún estuvimos un rato tonando algo en una terraza y viendo como se manejaban los escaladores en las paredes.
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